Un abrazo en una mirada

18 mayo 2018 3 mins to read
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La gente avanzaba a toda velocidad, inmersos en sus conversaciones, unos acompañados con las manos llenas de bolsas, otros solos protegidos del ruido con su aislamiento auricular. Era un día despejado, primaveral. Una fresca brisa acariciaba mi cara y el sol se colaba por los huecos que dejaban los cuerpos, brazos, piernas, sombreros y bolsas y, en algunos puntos, llegaba a alcanzar el suelo. 

Yo era uno más de esa masa sin forma que se movía en todas direcciones como el agua en ebullición, seguía los pasos de mi mujer, colándome entre la gente, intentando no chocar sin perder el hilo de la conversación. 

Mi mirada se movía sin enfocar a ninguna parte, los distintos planos iban sucediéndose, gente cerca, lejos, fachadas, plantas, el cielo y de pronto mis ojos encontraron algo celestial. 

El tiempo se ralentizó o, al menos, así lo percibí yo. En la otra parte de la calle, al lado de una de las tiendas había dos ojos que se habían parado en los míos. Durante dos segundos nuestras miradas se fundieron en un abrazo, porque al verme me dedicó una sonrisa, una sonrisa llena de felicidad. Sin duda era Dios mandándome un mensaje, mensaje que he recibido y me ha cambiado. 

Os lo cuento, la persona que me sonreía llevaba allí muchas horas, era un muchacho negro, discapacitado físico que va en silla de ruedas. Tiene las piernas atrofiadas y los brazos muy fuertes de mover la silla en la que se desplaza. Pide por esta zona cada día para sobrevivir y hoy, me ha dedicado una sonrisa sincera, una sonrisa que puedo considerar un abrazo cálido, por lo que despertó en mi. 

Esos dos segundos fueron de alegría calmada, pero acto seguido todo empezó a revolverse en mi interior. ¿Como puede ser que una persona que vive en la calle y la vida le ha dado una discapacidad tenga una sonrisa para mi? ¿Como puede ser que yo no haya tenido una sonrisa para él, si estoy sano, tengo un trabajo, una mujer preciosa, muchos caprichos y una casa a la que volver con todas las comodidades que necesito?

¿Qué está tan mal en mi cabeza para sentirme agobiado y sin sonrisas cuando ese hombre si que tiene para regalar por la calle?

Está claro que algo tengo que hacer, porque Dios me han mandado un mensaje muy importante a través de esos ojos y esa sonrisa y ha quedado claro que soy pobre de espíritu pero que en el plan de Dios está salvarme, que aún puedo, y por eso me manda mensajes, ahora está en mi mano hacer mi parte. Lo primero va a ser regalar sonrisas, el resto vendrá amando al prójimo y con esfuerzo.

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