Las expresiones coloquiales son la salsa que sazona el lenguaje del día a día, añadiendo sabor a nuestras conversaciones con su sabiduría implícita, su toque de humor y su reflejo de la vida cotidiana. Son cápsulas de tiempo que destilan la esencia de la cultura popular, y en ellas se conserva el ingenio colectivo de generaciones. Permitidme ser vuestro guía en un viaje por la historia y el significado oculto tras algunas de las frases que salpican nuestro hablar sin que a menudo reparemos en su origen.
Tanto el nombre de “carrete de fotos” como el icono que lo suele acompañar son vestigios que provienen de antes de las cámaras digitales que empezaron a aparecer tímidamente a finales de la década de los 90 del siglo XX.
En aquellas cámaras las fotografías se tomaban mediante la exposición de la luz sobre una película de halogenuro de plata.
Piensa que para cada ajuste de ISO (sensibilidad a la luz) había que poner un carrete diferente. Y si ibas a fotografiar en blanco y negro o color debías saberlo previamente porque también eran carretes diferentes.
Un carrete no era más que una carcasa en la que iba enrollada la película para protegerla del sol.
Tu ibas echando fotos, sin ver el resultado, y cuando se acababa el carrete que era de 24 o 36 fotografías debías rebobinar la película para que quedara insertada dentro del carrete y llevarla a revelar, que no era más que el proceso por el que pasaban las fotografías desde el carrete (los negativos) a papel.
Esto solía tardar varios días. La persona que revelaba el carrete veía tus fotos y tu no sabías si habían salido bien hasta que ibas a recogerlas. ¡Toda una aventura!
Por lo que, en la era de la fotografía analógica el proceso era bastante tedioso y caro. Nada que ver con la fotografía digital, los tiros en ráfaga o la capacidad de grabar vídeo y foto en la misma cámara.
Ahora sabes por que el lugar de la aplicación “fotos” donde se van guardando las fotos que vas tomando se llama el “carrete”.
Puede que estés viendo una serie, película u oyendo una canción y alguien te diga: “espera, rebobina un poco”.
Se usa tanto que todo el mundo entiende que lo que se quiere es que se retroceda en la reproducción para volver a oír o ver algo.
Pero, ¿de dónde viene? de nuevo de la era predigital. En la era analógica lo más habitual era tener la música en cintas de casete y las películas en cintas VHS. Ambas eran básicamente lo mismo: un soporte magnético en el que se “grababa” la música o el vídeo de forma lineal por lo que no podías ir a la canción 7 del disco si no pasabas por la 1, 2, 3, 4, 5 y 6 primero.
Para hacer esto menos tedioso existía la opción de acelerar el bobinado o el rebobinado si lo que querías era oír la canción 7 dos veces seguidas.
La mayoría de los botones tenían la inscripción en inglés por lo que rebobinar era rewind (REW) y avanzar rápido era fast forward (FF). Por lo que había gente que decía: dale al “rev” o dale al “ff”.
Expresiones como “parece que te han dado cuerda” o “me estoy quedando sin cuerda”. ¿Te has parado a pensar de dónde vienen?
Los relojes antiguos desde hace más de 400 años, antes de las aparición de las baterías llevaban un sistema muy ingenioso que les permitía almacenar la energía mediante el giro de una pequeña rueda que había en el lateral.
Esta rueda enrollaba un resorte en espiral metálico. La liberación controlada de esa energía produce el funcionamiento del reloj durante un periodo de tiempo determinado.
Eso si, debías estar pendiente y darle cuerda antes de que se parara o tendrías que pedir la hora a alguien para volver a poner en hora tu reloj.
De hecho mucha gente tenía la costumbre de dar cuerda al reloj sin darse cuenta, como un acto reflejo.
Este mismo mecanismo se usa, incluso hoy en día, en juguetes.
Cuando un reloj o juguete se queda “sin cuerda” se para. De ahí que se use esa expresión para expresar cansancio cuando se dice: “me estoy quedando sin cuerda”. O para expresar que alguien habla mucho o está nerviosa y se mueve mucho con la expresión: “parece que le han dado cuerda”.
Al desentrañar el tejido de estas expresiones coloquiales, no solo hemos navegado por la rica tapestria del lenguaje, sino que también hemos tocado la esencia de las experiencias humanas que han moldeado nuestra forma de comunicarnos.
Estas frases, destiladas por el tiempo y sazonadas con la sabiduría popular, no son meros adornos lingüísticos, sino puentes que conectan nuestro presente con el pasado. Al entender su origen y su uso, no solo enriquecemos nuestra expresión, sino que también abrazamos la herencia cultural que compartimos.
Os invito a mantener viva esta tradición: la próxima vez que utilicéis una de estas expresiones, recordad la rica historia que lleva consigo y, si os atrevéis, agregad vuestras propias historias a este continuo diálogo entre el pasado y el presente.
Podéis dejar en los comentarios expresiones que digáis sin saber de dónde vienen para que las investigue.
Gracias por leerme.
Isabel
11 agosto 2023Hola Rafa. Me ha gustado leer tu artículo. Yo fui una de las personas que utilicé cama con carrete. Todos era justo como tú lo describes. Había veces que cuando sacaba de la tienda las fotos reveladas, no había ni una que fuera buena.