En el mundo actual, donde la tecnología está presente en cada rincón, hay un debate abierto sobre la crianza de los niños frente a las pantallas.
Algunos piensan que lo ideal es mantener a los niños alejados de cualquier dispositivo electrónico, mientras que otros optan por dejarlos horas frente a la tele o el móvil sin mucho control. Lo cierto es que ambos enfoques extremos son peligrosos y no aprovechan el verdadero potencial de una crianza equilibrada.
La tecnología, bien utilizada y con una supervisión adecuada, puede ser una gran herramienta para el desarrollo infantil. Los videojuegos, por ejemplo, no son solo entretenimiento; ayudan a fomentar la resolución de problemas, la creatividad y el pensamiento estratégico. Además, muchas veces ofrecen un contexto para el aprendizaje de conceptos complejos, que pueden ir desde habilidades matemáticas hasta la gestión de recursos o la colaboración en equipo.
Sin embargo, no todo puede ser tecnología. Los juegos tradicionales, aquellos que se juegan en la calle o en casa sin una pantalla de por medio, siguen siendo fundamentales para el desarrollo de habilidades sociales, físicas y emocionales. Desde correr detrás de una pelota hasta armar una torre de bloques, estas actividades permiten a los niños interactuar con su entorno y desarrollar una coordinación motora que una consola no puede ofrecer. Además, en esos momentos también aprenden a convivir con otros, a negociar reglas y a desarrollar empatía.
La clave está en el equilibrio. No se trata de prohibir las pantallas, ni de entregarlas sin límites. Se trata de enseñarles a nuestros hijos a aprovechar lo mejor de ambos mundos. Jugar a videojuegos con moderación y bajo supervisión puede ser tan beneficioso como una tarde de juegos tradicionales. Lo importante es que sepan desconectar de la tecnología cuando es necesario, para disfrutar de una tarde al aire libre o de una simple partida de cartas en familia.
En última instancia, como padres, tenemos la responsabilidad de guiar a nuestros hijos en este proceso, enseñándoles que la tecnología no es ni buena ni mala, sino una herramienta que debe usarse con criterio. Y, al mismo tiempo, recordarles que los juegos tradicionales siguen siendo un espacio donde la imaginación y el contacto humano encuentran su lugar más natural.
Así que, dejemos de pensar en términos de “todo o nada” con las pantallas. Apostemos por una crianza equilibrada, donde la tecnología y los juegos de siempre se complementen para ofrecer a nuestros hijos lo mejor de ambos mundos.